jueves, 14 de marzo de 2013

Una mirada desde la Torre de David

Catorce vigilantes, una peluquería, dos talleres de costura, 852 familias, 1.560 niños, 232 extranjeros, 28 de 45 pisos habitados, un "delegado" por piso, 121 mil metros cuadrados de construcción, estacionamiento con nueve niveles para carros y un décimo nivel para las motos, librería, iglesia, cyber, nueve bodegas... Desde afuera lo que se percibe es caos, pero adentro, es el orden lo que prevalece en la Torre de David, el edificio invadido más grande del mundo y ganador de un "León de Oro" en la Bienal de Arquitectura de Venecia este año. 

La implementación de reglas de convivencia y de un orden estricto en un lugar que concentra habitantes de todos los barrios de la ciudad y en donde en los primeros días muchos usaban sus pistolas para tocar la puerta, ha sido esencial para hacer llevadera la existencia y para que la invasión se mantenga luego de casi cinco años. 

Aunque aquel 17 de octubre de 2007 las familias que participaron en la toma fueron casi dos mil, hoy su número se ha reducido y está estrictamente controlado debido al peligro de una sobrecarga eléctrica: 852 familias habitan hoy este edificio (el bloque A está habitado hasta el piso 28 y el B hasta el 19).

Cientos de personas abandonaron la invasión en los primeros días porque no aguantaron la rutina de carpas y colchonetas, un baño para todos, comida fría y rodeados de basura, ratas, escombros y tuberías tapadas en un edificio sin luz ni agua, abandonado desde hacía quince años y tomado por un puñado de indigentes. 

Gladys Flores, una de las "fundadoras", dice que ellos ya se ganaron su techo: "Estuvimos meses sacando carretillas de escombros, tuvimos que destapar cañerías que no habían sido usadas en 15 años y luego acondicionar y construir en cada piso, pues la torre nunca terminó de construirse". 

Las instalaciones eléctricas debieron hacerlas ellos mismos, y al año ya habían regularizado el servicio luego de pagar una deuda de 76 mil bolívares a Corpoelec. Con el agua no han tenido tanta suerte, pues Hidrocapital exige el pago de una deuda de más de Bs. 400 mil. Lo que han dispuesto para este servicio es un sistema con tres bombas para cada torre, una tubería que sube hasta el piso 28 y una manguera en cada piso. Cada familia paga una mensualidad de ciento cincuenta bolívares para pagar la luz, la vigilancia y las cuatro cuadrillas que atienden la torre. 

Para Mayte Mota pegar bloques y destapar cañerías no fue tan difícil como cambiar la mentalidad de la gente. Ese ha sido el gran esfuerzo: lograr convivir sin tantos problemas, acabar con los robos, hacer que la gente no tire basura por la ventana, pague sus cuotas o no le suba el volumen a la música. 

Cuando se le pregunta por las quejas vecinales en cuanto a que la invasión ha hecho crecer la inseguridad de la zona, Flores piensa antes de contestar: "Bueno, nadie es tonto y yo no voy a tapar el sol con un dedo. Pero hemos hecho un esfuerzo tremendo de depuración, a nosotros tampoco nos conviene vivir con delincuentes. Y fíjate que cuando hicieron ese allanamiento en abril entrando por el techo porque supuestamente aquí estaba el embajador secuestrado (de México), se metieron en todos los apartamentos y no consiguieron ni siquiera armas, como reconoció el ministro Tareck" (El Aissami). 

Saben que son mal vistos por todos, incluso por los consejos comunales de la zona. Adolfina Noriega, quien vende bollitos en la parroquia y viene del barrio 1 de Mayo (La Vega), cree que ellos son la expresión de un problema social que nadie quiere ver, pero la torre es demasiado visible y por eso molesta: "Hay gente que de verdad no tiene donde vivir, que pasa por cosas que ni te imaginas". 

Todos los critican pero pocos los visitan. Ni siquiera el gobierno, con cuyos funcionarios no han tenido ningún contacto, a pesar de que el presidente Hugo Chávez ordenó el 8 de julio una inspección de la torre. Ellos le entregaron una carta a la Vicepresidencia el 16 de agosto diciendo que estaban de acuerdo con la inspección, pero todavía aguardan respuesta. 

Pero dentro de la torre los afiches de Chávez son tan abundantes como los precipicios. Lo explica Flores: "Ojalá hubieran puesto ascensores, ojalá nos hubiesen ayudado a terminar la fachada. Pero nos han dejado permanecer aquí, eso no lo hubiera hecho otro gobierno. Por eso tiene nuestra gratitud". 
Texto original de Javier Brassesco